M. Soledad Berdazaiz
6 min readJan 12, 2018

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Historias de mujeres: sobrevivientes del horror

La historia de hoy se trata de la fortaleza de muchísimas mujeres que fueron víctimas de una clase de horror indescriptible y sin embargo superan su dolor de una forma realmente admirable. Lo triste es que, en vez de reconocer su heroísmo, la sociedad las condena por su pasado.

Hoy mi corazón acompaña a estas mujeres y, aunque modesto, espero que mi espacio logre que se (re)conozca su historia.

Women’s stories: overcoming horror

This story shows us the inmense strength gained by women who have experienced immense pain but somehow have learnt to recover from it. Resilient women who are worthy of admiration.

My heart is with them and from this small space, I hope her story is broadcast to a wider audience.

Photo by chrissie kremer on Unsplash

Fue secuestrada a los nueve por el grupo Kony para actuar como soldado: «Ahora la gente me dice “asesina”».

Una excombatiente del Ejército de Resistencia del Señor se siente marginada y abandonada y decepcionada por el gobierno ugandés tras promesas incumplidas de asistencia y apoyo.

Cuando Agnes Acayo escapó de las manos del grupo rebelde que la había secuestrado a los nueve años, sintió una profunda alegría por estar libre y al fin de vuelta en su hogar. Había pasado diez años en cautiverio como niña soldado y luego fue obligada a contraer matrimonio con un miembro del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés) en Uganda. Ahora, a los 30, Acayo, al igual que muchas otras excombatientes, se siente atrapada en un círculo de pobreza, pese a las promesas del gobierno de ofrecer ayuda. Acayo, que todavía tiene una bala alojada en la mano derecha tras un enfrentamiento con el ejército ugandés, alquila una choza de barro y paja en Gulu, al norte del país, donde vive con sus tres hijos.

Como muchas otras mujeres repatriadas, se esfuerza para comprar comida, tener acceso a atención médica, mandar a los chicos a la escuela o buscar empleo, tras el intento fallido del gobierno de implementar un programa de desmovilización, reasentamientos y reintegración. Los críticos opinan que el programa está predispuesto en contra de las mujeres, dado que no consideran que el ejército las haya fagocitado del mismo modo que lo hacen con los hombres, y así quedan excluidas de los pagos del ejército.

“Es difícil sobrellevar la vida. Nosotras [las excombatientes] estamos marginadas y abandonadas. Una y otra vez pienso si no sería mejor regresar al monte o simplemente quitarme la vida”, dice Acayo. “Hago todo tipo de trabajos, como lavar ropa, para juntar dinero y comprar comida, pagar la matrícula escolar, la renta de la casa y la atención médica. A pesar de las promesas, el gobierno nunca brindó ayuda. Obtuve un certificado de la [comisión de] amnistía y un paquete de reintegración”.

Acayo recibió 263 000 chelines ugandeses (£55), un colchón, una manta, una azada, un machete, vasos, y semillas de maíz y frijol.

El juez Peter Onega, presidente de la Comisión de Amnistía de Uganda, entiende la frustración de Acayo. “Las excombatientes del LRA, los secuestrados y otros repatriados en el norte de Uganda están en lo cierto al reclamar. Les hemos fallado. Como parte de la comisión, tenemos las manos atadas. No contamos con los suficientes recursos económicos para el apropiado reasentamiento y reintegración de estas personas a sus comunidades”, afirma.

“Cuando las personas enfrentan la estigmatización, la discriminación y el rechazo, piensan cualquier cosa. Algunos piensan en violencia, o en volver al monte, o en suicidarse”.

Afirma que la comisión necesita 10 mil millones de chelines ugandeses (2 millones de libras) para reintegrar a más de 28 000 rebeldes (casi la mitad de ellos son excombatientes del LRA) que han recibido amnistía desde el año 2000.

“En verdad, no hay mucho que podamos hacer. Necesitamos 10 mil millones [de chelines] para fines de reintegración. Pero el gobierno destina alrededor de 1 200 millones anuales a las operaciones de la comisión. Solicitamos una financiación urgente que nos ayude a reintegrar y empoderar a estas personas para que olviden su pasado”, afirma Onega.

Acayo dice que siente “mucho dolor, frustración y estigmatización” por el modo en que la gente la trata. “Cuando la comunidad se entera de que eres una excombatiente, te señalan con el dedo y te ven como una asesina. Te dicen todo tipo de cosas, rebelde, Kony, asesina”, dice.

“Nuestros hijos sufren lo mismo. No pueden jugar o interactuar libremente con otros chicos. Siempre los molestan o se aprovechan de ellos. La comunidad los considera una maldición y una carga. Yo no quería unirme al LRA. fui secuestrada. Me dijeron que iba a estar como niñera. Pero después de un año me tomaron como militar y empecé a combatir en las fronteras. Era matar o morir”.

Acayo combatió en Uganda y en Sudán. Cuando cumplió 14, se decidió que ya tenía edad para ser esposa de uno de los comandantes.

“Me entregaron a un hombre de 60 años. Cuando me negué a ser su esposa, me dieron una paliza terrible. Me salía sangre de los oídos, la nariz y la boca. Me llevaron a la enfermería, donde quedé un mes. Cuando me recuperé, me llevaron de vuelta al mismo hombre. No tuve opción. Me obligaron a vivir y a tener sexo con él como su esposa por seis años”.

Cuando el “esposo” de Acayo fue asesinado, la obligaron a contraer otro matrimonio.

“Mientras yo planeaba mi escape, seguíamos combatiendo. Una noche me arriesgué y logré escapar en Lubagatek, Sudán [ahora, Sudan del Sur]. caminé con mi bebé durante días sin comida ni agua. Por suerte, me topé con unos combatientes árabes que me ayudaron y me llevaron a Juba. Save the Children me transportó a Khartoum”, dice Acayo.

“Estaba muy entusiasmada, colmada de felicidad cuando me tomé un vuelo a Uganda. Pero la bienvenida no fue buena. Me encontré con que mis padres habían sido asesinados. No me pude quedar en la aldea y tuve que volver al pueblo por el rechazo de la comunidad. Nos ven como asesinos”.

Es una historia bastante común, según Mahlet Woldetsadik, profesor en Pardee Rand graduate School, California, que actualmente está trabajando en un proyecto de investigación en Gulu. “La mayoría de las sobrevivientes siguen enfrentando muchos desafíos, incluidos problemas de salud mental conectados con sus experiencias, problemas de herencia de tierras relacionados con hijos que nacen de la guerra y [dificultades para] reintegrarse plenamente en su antigua comunidad y en su familia”, afirma. “Aquellas que han elegido no volver a casarse o que permanecen solteras al regresar enfrentan mayores desafíos en términos de apoyo financiero, pues no les resulta fácil encontrar un empleo o comenzar un negocio”.

Woldetsadik y su equipo han entrevistado a más de 50 sobrevivientes mujeres que han sufrido violencia sexual durante su cautiverio. Ella afirma que el primer paso es comprender, por parte de las mismas sobrevivientes, los desafios que enfrentan y lo que necesitan para una subsistencia adecuada y poder recuperarse completamente de su trauma.

“Diseñar programas basados en sus necesidades más que en prioridades de donaciones u organizacionales creo que es el mejor modo de enfocarnos en las necesidades de esta comunidad”, afirma Woldetsadik.

“Es primordial apoyar a organizaciones de base, algunas de las cuales, como por ejemplo Womens Advocacy Network, están lideradas por las mismas sobrevivientes. Estas organizaciones tienen un mayor entendimiento de esta comunidad y de lo que se requiere para efectuar un cambio. Estos grupos también cuentan con la confianza de aquellas a las que asisten y tienen un acceso directo a mujeres que no buscan servicios formales”. Acayo es clara con lo que desea. “El gobierno debería patrocinar a mis hijos y pagarles la matricula escolar, tendría que comprarme un terreno y construirme una casa. También debería crear puestos de empleo para nuestros hijos. Algunos de los niños con los que volvimos del monte fueron a la escuela y estudiaron. Ahora, están pensando en volver al monte por la falta de trabajo”, dice.

Artículo original escrito por Samuel Okiror y publicado en The Guardian.

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M. Soledad Berdazaiz

Eng<>Spa translator, writer, book lover. Patagonia born. You are invited to read me.